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El aprendizaje en los niños


Los primeros siete años de vida de los niños son determinantes para su buen desarrollo físico y emocional. Los padres, cuidadores y profesores tienen grandes retos.

Si bien es cierto que la personalidad y las características genéticas individuales de los niños los hacen diferentes uno de otro, también lo es que los pequeños que han recibido una adecuada estimulación tienen un desarrollo más satisfactorio. Y en este sentido, todos los conocimientos sobre psicomotricidad que tengan los padres, cuidadores y profesores, y su puesta en práctica, son el punto de partida para tener niños sanos que gocen de una adecuada higiene corporal, alta autoestima y como consecuencia, mayor autonomía y felicidad para actuar en la vida diaria, asegura Giovanni Ortiz Arango, master en desarrollo humano.

El cuerpo del niño hace parte de su repertorio de aprendizaje y conocimiento, por medio de él descubre al mundo y sus capacidades, y empieza a establecer una comunicación con los demás. La psicomotricidad estudia la relación entre los movimientos y las funciones mentales, indaga la importancia del movimiento en la formación de la personalidad y en el aprendizaje, y se preocupa de las perturbaciones en el proceso, para establecer medidas educativas y correctivas.

El niño es el protagonista de su propio aprendizaje, el papel del adulto consiste en ofrecerle las pautas y materiales necesarios para que pueda escribir su propio guión. Esto se consigue por medio de propuestas, no de imposiciones. Si el adulto intenta satisfacer las necesidades de los niños antes de que éstas aparezcan, el niño se convertirá en un receptor pasivo, sin posibilidad de experimentar. Si, por el contrario, el adulto no atiende las necesidades que se le solicitan, corre el riesgo de propiciar cansancio y desmotivación hacia nuevos aprendizajes. Encontrar la medida por medio del juego, ahí está el reto.

Desarrollo de la inteligencia y desarrollo motor

Tener hijos inteligentes es uno de los grandes sueños de los padres, y aunque la genética no sea modificable, sí tienen en sus manos estrategias para ayudar a sus hijos. Lo primero es entender qué se conoce como inteligencia en las distintas etapas de la vida, para ese efecto, los aportes que dio en 1935 el psicólogo, filósofo y biólogo suizo Jean Piaget, siguen estando vigentes.

Las funciones esenciales de la inteligencia consisten en comprender e inventar. La inteligencia consiste en ejecutar y coordinar acciones en forma interiorizada y reflexiva, los conocimientos derivan de la acción; conocer un objeto es operar sobre éste y transformarlo para captar los mecanismos de esta transformación. Un ejemplo claro es cuando un niño construye formas reales (una casa, un árbol, personas) a partir de fichas de lego o con cubos y figuras geométricas.

La psicología infantil describe el desarrollo continuo que va desde las acciones sensomotoras en los primeros meses de vida, hasta las operaciones abstractas ya en la preadolescencia.

El primer período o período sensomotor (del nacimiento hasta los 18-24 meses) se caracteriza por las acciones y la inteligencia sensomotora, esta existe antes del lenguaje verbal, es una inteligencia práctica. A partir de los tres meses aparecen los primeros movimientos voluntarios del bebé y en esta etapa se construyen las bases para las nociones del objeto, el espacio, el tiempo y la causalidad.

Hacia los dos años comienza un segundo período y se caracteriza por el inicio del lenguaje y del pensamiento. Aparece la función simbólica. En el juego, el niño es capaz de imitar animales o comportamientos de los adultos, como a la madre conduciendo el carro. La imitación es muy importante para llegar al pensamiento y una de las prolongaciones de este proceso conduce a la imitación gráfica y al dibujo.

Hacia los 7 - 8 años se presenta la etapa de las operaciones concretas, lo que significa que el niño es capaz de operar, relacionar y resolver problemas mediante la manipulación de los objetos, le gusta clasificarlos, seriarlos. Esto le permite adquirir las nociones de número, espacio y tiempo.

Finalmente, a los 11 - 12 años aparece un cuarto y último período de desarrollo, es la inteligencia formal. Su característica general es la conquista de un nuevo modo de razonamiento que no se refiere sólo a objetos o realidades directamente representables, sino también a hipótesis.

Como puede deducirse a lo largo de estas cuatro etapas, la formación de la inteligencia se basa en la acción práctica con los objetos y, de manera consecuente, con el movimiento corporal. Surge entonces el tema del desarrollo motor de los niños, que depende de dos factores básicos: la maduración del sistema nervioso y la evolución del tono muscular. Su evolución se hace evidente en el movimiento tosco, global y brusco durante los primeros años, y su transformación a movimientos más precisos en edades posteriores; y con el desarrollo del tono muscular, le permite al pequeño el equilibrio necesario para efectuar diferentes posiciones.

Toda intervención precoz que favorezca y complete esta evolución asegurará el aprendizaje armónico de las capacidades físicas y cognitivas. Padres, cuidadores y profesores deben confiar en la capacidad del niño para superar las diferentes etapas del desarrollo, pero también estar atentos para identificar cuándo necesita ayuda para avanzar y proporcionársela, antes de que condicione sus aprendizajes posteriores.

Diversión con propósitos

  • El juego es el mundo del niño, por eso mismo se convierte en una herramienta valiosa cuando se le incorpora la intención clara de que haya un desarrollo adecuado para cada etapa. Permite incorporar conceptos como la autoestima, el autocuidado, la solidaridad, la salud, la autonomía y la introducción de las normas.

  • El hogar es el primer escenario para el movimiento, de ahí que dedicar cada día media hora o una hora al juego con intención debe ser un propósito de los padres.

  • El colegio es un espacio ideal para fomentar la actividad física con movimientos como trepar, correr, deslizarse, saltar y arrastrarse, en los descansos entre clases, y no reducirla a las horas de la clase de educación física, porque, en general, su intensidad dentro del plan de estudios no es la suficiente para el desarrollo adecuado de los niños.

  • Después de los siete años se empiezan a trabajar las cualidades físicas coordinativas y se recomiendan programas de iniciación deportiva.

La actividad física de los niños en las ciudades no debe reducirse a la visita al centro comercial en los fines de semana, debe convertirse en parte de la rutina diaria, en un momento esperado y dirigido por un adulto.


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